Atravesar los 20 kilómetros que van desde El Ronquillo hasta Las Pajanosas no suponen, hoy en día, ningún esfuerzo para cualquier transportista, ya que no son más que 20 kilómetros de autovía, con una fuerte pendiente, pero nada más allá.
Pero estos dos pueblos sevillanos de la Ruta de la Plata no siempre han estado tan "cerca". Hace unos años (siglo arriba, siglo abajo, cuando el transporte se hacía con animales de carga), el tramo entre Mérida y Sevilla tenía que ser muy monótono, incluso aburrido (dependiendo de quién te acompañase), con la excepción de estos dichosos kilómetros. Y es que en El Ronquillo empezaba un peligroso descenso lleno de giros bruscos y revueltas del camino hasta el Rivera de Huelva, un río que había que atravesar a través de un pequeño puente y, por último, encarar el ascenso de la cuesta de la Media Fanega, unos 8 kilómetros de subida hasta el Collado de las Nieves que eran un suplicio.
Existen varias teorías para el nombre que se le ha dado a este camino (una de estas historietas que tu tatarabuelo le cuenta a tu abuelo y tú le contarás a tu nieto para que piense que tiene el abuelo más listo del mundo): una de ellas cuenta que el nombre de Media Fanega viene de la carga de grano (alrededor de 28 litros) que que se le daba a los burros en la cima para que se recuperasen de la paliza. Otra de las teorías dice que era muy común entre los transeúntes habituales de este camino montañoso hacer referencia a la media fanega de tierra (la superficie que ocupaba toda esta zona, unos 3000 metros cuadrados) que había para enterrarse si se moría subiendo o bajando cargado de mercancía (la típica broma de colegueo). Otros, sin embargo, dicen que media fanega de grano era el alquiler a pagar por el burro que te subía toda la cuesta.
Cualquiera de estas historias nos permite ver la dificultad que suponía atravesar estos kilómetros, necesarios para unir dos puntos importantes para el transporte del comercio interior en la Península Ibérica durante muchos años y cómo ha evolucionado la forma de afrontar este tramo. El camino se convirtió en una carretera sinuosa sin protecciones, la carretera mejoró con los años y, finalmente, se construyó una autovía para el disfrute y la seguridad de los transportistas. Aún así, cada vez que paso por allí, sigo imaginándome a esos mulos cargados subiendo por los caminos, tal y como me los describió mi abuelo.
Imagen obtenida de www.elcolumnero.com
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